En condiciones normales y llegados a este castillo tan representativo, debería meteros un rollo sobre los cátaros que llegaran a aburrirse hasta las ovejas, yo me quedaría muy satisfecho y vosotros medio dormidos. Para evitar estas pedánticas tentaciones voy a procurar ser muy conciso a la hora de explicar la herejía cátara
La secta de los cátaros surgió de la predicación de los bogomilos (que en el fondo son sus padres espirituales). Encontró terreno abonado en la supervivencia de ideas maniqueas y en la miseria social del momento. Se extendió por Europa durante los siglos XI a XIII. En el sur de Francia, que fue su principal dominio, se les denominaba albigenses (de la ciudad de Albi).
Esta “nueva religión”, que no debemos de olvidar que era de base cristiana, se basaba en el Nuevo Testamento y se presentaba como la única digna del verdadero y auténtico mensaje de Cristo. Su principal idea es que este mundo, con sus tristezas, miserias, sufrimientos y desgracias no podía ser obra de un Dios que era pura bondad.
El poder católico (la muy Santa Católica y Apostólica iglesia
de Roma) no podía soportar esta competencia y desencadenó contra la “herejía” una importante operación militar. El papa de turno, Inocencio III promulgó una cruzada. Durante veinte años (comandada por Simon de Montfort, posteriormente su hijo y finalmente el rey Luis VIII) se luchó en las tierras del sur de Francia.
La Inquisición, que fue creada por primera vez para esta ocasión, sembró el terror por el territorio (como ella solamente sabía hacer) pero, aunque pueda llegar a resultar sorprendente, necesitó más de un siglo para acabar con esta creencia.
Si queréis saber más sobre el tema os aconsejo el libro: LA OTRA HISTORIA DE LOS CÁTAROS de Malcom Lambert y editado en Planeta. Ahora pasaremos puramente a la historia de la fortaleza.
Como capital o centro de sus creencias los cátaros habían elegido un pico rocoso a 1207 metros de altitud, que dominaba las colinas del Plantaurel. Se denominaba Montsegur, el monte seguro.
Reconstruido en 1204 por Raymond de Pereille, a petición de los cátaros, La fortaleza de Montsegur fue el símbolo de la resistencia cátara. La intensidad de la cruzada propiciada por el Papa no alteró las actividades peregrinas de los fieles hacia el castillo.
La primera actividad militar se sitúa hacia el año 1242, cuando 60 hombres armados, bajo el mando de Pierre Roger de Mirepoix, se alejan del castillo en dirección de Avignonet. Allí, junto con otro número importante de cátaros, masacran a los miembros del Tribunal de la Inquisición que s
e acababa de instalar en la ciudad. Esta expedición trataba de vengar los abusos que el tribunal había realizado en la zona, pero al mismo tiempo, condenó la fortaleza ya que a comienzos de 1243, en el concilio de Béziers, se decide la prioridad de destruir Montsegur.
En mayo de 1243 seis mil hombres sitian Montsegur. El objetivo no es fácil, la situación topográfica del castillo es poco ventajosa para los sitiadores, además, no conocen la montaña y están carentes de provisiones (vamos, todo un ejemplo de estrategia militar).
Las semanas pasan y aquello no parece avanzar, las tropas sitiadoras contratan a gascones, gente que conoce la montaña, para que los ayuden. Llega el invierno extremadamente frío y nevoso, los combates son constantes, sangrientos y mortales. Los víveres comienzan a faltar en el interior de la fortaleza y las condiciones de vida se tornan muy complicadas. Cuando los cátaros se dan cuenta que no pueden contar ya con ayuda del exterior, deciden negociar su rendición.
El 2 de marzo comienzan las negociaciones para rendir la fortaleza. Las condiciones conseguidas por los cá
taros son bastante ventajosas. En la mañana del 16 de marzo el arzobispo de Narbona y el senescal (1.En algunos países, mayordomo mayor de la casa real.
2. Jefe o cabeza principal de la nobleza, a la que gobernaba, especialmente en la guerra.) de Carcasona toman posesión del castillo. Raymond de Pereille y Pierre Roger de Mirepoix, que habían dirigido la guarnición, entregan las llaves. En cuanto a los cátaros abandonan la fortaleza hasta llegar a un cercado situado al pie de la montaña.
Llegados a este punto la situación se torna desconcertante para los antes sitiados. Las condiciones negociadas son llevadas al extremo, se había pactado que ninguno de ellos fuera tocado si abjuraban de su fe. Pero ninguno abjuró.
Los cátaros pensaban que serían encarcelados y llevados a proceso ante la Inquisición. Sin embargo la respuesta de los “Papistas” fue mucho más presta de lo ca
lculado, se habían preparado de antemano unas hogueras al pie de la montaña donde fueron quemados vivos los “herejes”. Cuarenta años de historia, diez meses de sitio, 225 mártires; ese fue el pago de Montsegur para entrar en la leyenda.
Centrándonos en la fortaleza hay que señalar que intramuros consta de un patio de unos 700 metros cuadrados, cercado de altas murallas. Frente a la puerta de entrada se levanta una poterna (En las fortificaciones, puerta menor que cualquiera de las principales, y mayor que un portillo, que da al foso o al extremo de una rampa.) y a su derecha, una escalera conduce a las fortificaciones. A la izquierda está el torreón, que presenta dos aberturas. Se pueden percibir restos de las antiguas construcciones.
Actualmente se puede visitar, bajo pago de algunos euros a las arcas del estado francés. La subida al castillo no es tan complicada como al principio puede parecer (a no ser que tengas una estúpida rodilla lesionad
a a perpetuidad y que le da por inflamarse caprichosamente cuando menos te lo esperas). La restauración y posterior explotación de la zona y en especial de los castillos del sur de Francia es todo un ejemplo a seguir, gracias a esta acertada política se ha salvaguardado un patrimonio cultural y se ha potenciado turísticamente una región. Conozco un estado, que se encuentra un poco más al sur, que podría seguir una política similar. Desgraciadamente estos habitantes parecen relacionar, por defecto, todo asomo mínimamente cultural a la palabra aburrimiento. Su concepción turística no sale de playa (destrozadas todas por la especulación inmobiliaria), toros (eso de hacer sufrir a animales les provoca un indescriptible placer) sol y flamenco (con el primero ellos no tienen nada que ver, pues no han tenido que hacer ni invertir nada para que este “trabaje” para ellos y en cuanto al flamenco, no está mal si se tomara como una opción y no como la única opción representativa). Resumiendo, hay pueblos que tienen lo que realmente se merecen.