Castillo de If (Francia)
El castillo francés de If, que pasará a la posteridad por haber sido el lugar que inspiró a Alejandro Dumas para centrar los capítulos del encarcelamiento de EDMUNDO DANTÉS en su novela EL CONDE DE MONTECRISTO, fue mandado construir por FRANCISCO I con la finalidad precisa de convertirlo en una prisión estatal que pudiera albergar a detenidos que debían desaparecer sin estridencias como los reclusos con “lettre de cachet” de la Bastilla.
En 1524 se puso la primera piedra; sin embargo tuvieron que transcurrir más de treinta años antes de que las tres torres menores, el torreón, los caminos de ronda y, sobre todo, las celdas y las secretas, estuvieran terminadas para albergar a los futuros “huéspedes”.
La isla donde se encuentra mide tan solo 850 metros de perímetro y aparece como un conjunto de rocas blancas sin vegetación. Las celdas dan sobre el pequeño patio interior y, en total, ascienden a diecisiete: en las torres y debajo de los caminos existen otros locales donde eran recluidos los grupos más importantes de “políticos”, desde los bandidos corsos y los conjurados contra Napoleón, durante el Primer Imperio, hasta los 513 marselleses envueltos en las repercusiones provenzales de la Comuna, en 1871, e incomunicados en el castillo en espera de la apertura del proceso.
Las celdas varían mucho entre sí, las del piso de arriba parecen pequeños apartamentos muy ventilados y con vistas al mar. En la que lleva el número nueve fue recluido a finales del siglo XVI el italiano ALBERTO DEL CAMPO, un astrólogo que para que se cumplieran sus profecías se dedicaba a envenenar a los personajes cuya muerte había predicho.
Otros personajes que pasaron por sus dependencias fueron GABRIEL MIRABEAU, un pendenciero espadachín de la época, el marqués de LA VALETTE, ministro traidor de LUÍS XVIII o la Máscara de Hierro (en la celda número tres) en espera de ser trasladado a la isla Margarita, en alta mar.
Y, sin embargo, todos estos recuerdos auténticos y otros que pueden añadirse, desde las sentencias del tribunal revolucionario de 1793 hasta el campo de concentración de prisioneros alemanes de 1915, no interesan a los visitantes, quienes se sienten atraídos por conocer las celdas secretas del sótano donde la novela dice que estuvieron el futuro Conde de Montecristo y el abate FARIA (que parece ser que fue un personaje real, aunque nunca estuvo detenido en If).
Como es bien sabido, en la novela, el abate FARIA trata de huir del castillo y para eso excava un túnel convencido que saldrá al exterior. En cambio se encuentra en la celda de al lado, donde está encarcelado EDMUNDO DANTÈS por un crimen que no ha cometido. Nacerá una amistad entre los hombres, el abate se convertirá en el maestro de DANTES. Al morir el abate le confía el lugar donde se encuentra escondido un tesoro, en la isla de MONTECRISTO.
Por último, DANTÈS, envuelto en el sudario del cadáver del amigo, consigue salir de la celda y, con un cuchillo logra cortar a tiempo la bala de cañón atada a sus pies, después que dos carceleros han echado el saco más allá de los escollos. “El mar –escribe Dumas- es el cementerio del castillo de If”
Pues bien, ni FARIA ni DANTÈS pasaron nunca por estos lares, sin embargo, hay dos celdas unidas por una especie de túnel y los turistas disfrutan de lo lindo y se van muy contentos explicando que han visto el lugar de la novela (o la película). Y es que el turista de souvenirs horteras y de visitas a la carrera y concertadas no tiene demasiadas exigencias y está dispuesto a buscar, aunque realmente no existan, las huellas de EDMUNDO DANTÈS, conde de Montecristo.
En 1524 se puso la primera piedra; sin embargo tuvieron que transcurrir más de treinta años antes de que las tres torres menores, el torreón, los caminos de ronda y, sobre todo, las celdas y las secretas, estuvieran terminadas para albergar a los futuros “huéspedes”.
La isla donde se encuentra mide tan solo 850 metros de perímetro y aparece como un conjunto de rocas blancas sin vegetación. Las celdas dan sobre el pequeño patio interior y, en total, ascienden a diecisiete: en las torres y debajo de los caminos existen otros locales donde eran recluidos los grupos más importantes de “políticos”, desde los bandidos corsos y los conjurados contra Napoleón, durante el Primer Imperio, hasta los 513 marselleses envueltos en las repercusiones provenzales de la Comuna, en 1871, e incomunicados en el castillo en espera de la apertura del proceso.
Las celdas varían mucho entre sí, las del piso de arriba parecen pequeños apartamentos muy ventilados y con vistas al mar. En la que lleva el número nueve fue recluido a finales del siglo XVI el italiano ALBERTO DEL CAMPO, un astrólogo que para que se cumplieran sus profecías se dedicaba a envenenar a los personajes cuya muerte había predicho.
Otros personajes que pasaron por sus dependencias fueron GABRIEL MIRABEAU, un pendenciero espadachín de la época, el marqués de LA VALETTE, ministro traidor de LUÍS XVIII o la Máscara de Hierro (en la celda número tres) en espera de ser trasladado a la isla Margarita, en alta mar.
Y, sin embargo, todos estos recuerdos auténticos y otros que pueden añadirse, desde las sentencias del tribunal revolucionario de 1793 hasta el campo de concentración de prisioneros alemanes de 1915, no interesan a los visitantes, quienes se sienten atraídos por conocer las celdas secretas del sótano donde la novela dice que estuvieron el futuro Conde de Montecristo y el abate FARIA (que parece ser que fue un personaje real, aunque nunca estuvo detenido en If).
Como es bien sabido, en la novela, el abate FARIA trata de huir del castillo y para eso excava un túnel convencido que saldrá al exterior. En cambio se encuentra en la celda de al lado, donde está encarcelado EDMUNDO DANTÈS por un crimen que no ha cometido. Nacerá una amistad entre los hombres, el abate se convertirá en el maestro de DANTES. Al morir el abate le confía el lugar donde se encuentra escondido un tesoro, en la isla de MONTECRISTO.
Por último, DANTÈS, envuelto en el sudario del cadáver del amigo, consigue salir de la celda y, con un cuchillo logra cortar a tiempo la bala de cañón atada a sus pies, después que dos carceleros han echado el saco más allá de los escollos. “El mar –escribe Dumas- es el cementerio del castillo de If”
Pues bien, ni FARIA ni DANTÈS pasaron nunca por estos lares, sin embargo, hay dos celdas unidas por una especie de túnel y los turistas disfrutan de lo lindo y se van muy contentos explicando que han visto el lugar de la novela (o la película). Y es que el turista de souvenirs horteras y de visitas a la carrera y concertadas no tiene demasiadas exigencias y está dispuesto a buscar, aunque realmente no existan, las huellas de EDMUNDO DANTÈS, conde de Montecristo.
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